XCVII
Ante el azogue
Extraña ocurrencia
del viejo cristalero.
Olav H. Hauge
Se peinaba
y se repeinaba,
se afeitaba
y se acicalaba
mirándose por la otra
parte del espejo.
A todos decía,
es que por esta parte
sólo me veo
y por la otra me
noto.
¿A quién rezas tú?
Le preguntaban,
esperando
una terrible diatriba
sobre las creencias
y él decía,
rezo para que el
azogue
se caiga un día,
que entonces ni me
veré
ni me notaré
y ya estaré preparado
para ver.
Tanta gente con el azogue
intacto,
sólo mirándose.
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