LXXIX
Tú sabes
más
Tú
sabes más,
ahora
todos sabemos más.
Ha
caído, durante años,
sobre
nosotros una fina lluvia,
los
chaparrones en el alma no tienen lugar,
todo es
fino y silencios allí,
el
dolor,
el
sufrimiento,
el
amor,
impregnada
de infinitos murmullos,
que traían
noticias de aquí y de allá.
Ya sé
que apenas sabes leer
y que Madrid tiene calles desconocidas
pero el
pequeño motor de ese engendro
que te
lleva entre las piernas
y las
montañas rusas de San Francisco
no
tienen secretos para ti.
Las
recónditas playas, tan nuestras,
qué
ariscas e incómodas
frente
a las lisas, atrayentes y largas
playas
de Miami y California
con sus
rubias infladas.
Tú
sabes más,
ya lo
creo que sabes,
pero
sólo sabes cosas que no te sirven.
Vas con
tus zapatos a la moda,
intempestivo
en el verano,
por
calles que no ves
y hay
una hormiga en tu camino,
tan
diminuta y tan fiel.
No se
ha desviado ni un milímetro del plan.
Nosotros,
sí.
Somos los
grandes traidores,
los
grandes falsarios, los grandes políticos.
Somos
los más listos.
Les hemos
hablado a todos,
al
perro convencimos de su esclavitud,
al león
mantenemos apartado,
hemos
eliminado a los intransigentes
e
incluso a las grandes silenciosas,
las hemos
domesticado,
tan
verdes, tan rosas, tan azules,
tan
altas, tan gordas, tan exuberantes.
En
realidad, quizás,
esto
sea el infierno ya.
¿No es verdad
que todo suena
como si
fuese familiar?
Una
risa, un grito de espanto,
da
igual,
detrás,
mucho más detrás,
hay
algo que no nos olvida.
Yo sé
quién eres tú
y de lo
que eres capaz.
Tente,
porque siempre estoy vigilando.
Hasta
tú puedes sentirlo,
aunque
lo nieguen los gestos
y la
energía vacua que despilfarras,
a veces
en los ojos pareces
un
pobre anciano
y hay
gestos, sólo algunos, mínimos
que
apuntan en ti un cierto señorío,
no te engañes,
es el exceso de fe
en algo
tan insustancial
y falso
como la
eternidad temporal
en la
que vives.
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