LXV
Todos los que fui
Se han ido rindiendo
o aburriendo
o sintieron que su
tren había pasado.
Fuese como fuese,
se apartaron,
desaparecieron,
un día despertaba y
era otro.
Buscaron un banco
en el que sentarse
y se pusieron a esperar.
No esperar de
esperanza,
sino esperar de
callejón sin salida.
Ahora se me van
haciendo visibles
y me pregunto por qué
y me he preguntado
¿De dónde sale tanto
banco?
¿De qué hablan
mientras aguardan?
¿Comparten algo?
Algunos son tan
diferentes.
Claro, están hechos
de otros tiempos.
Miro la sala llena
y albergo el deseo de
que
no haya más bancos.
Que el que soy ahora,
cuando llegue el
momento,
no se pueda sentar.
Pero, con esas,
sucede
que alguien de mí se
desgaja
y va hacia el ejército
que llevo formando
desde que nací
y aparece un banco
y se sienta también.
Todos lo que fui.
Ahora lo pienso mejor
y deseo que los
bancos nunca se acaben.
Porque cuando llegue
ese día
en que alguien que
fui
desee sentarse y no
haya banco
volverá a mí y me
dirá.
Tenemos que cambiar
de lugar.