martes, 21 de febrero de 2017

LXI


LXI

A partir de tu muerte


…pero ¿cómo podría alguien criado con amor
soportar esta muerte?
Sharon Olds




Te moriste y yo estaba ahí,
junto a ti,
y me perdí el espectáculo.
No sólo el espectáculo,
sino los preparativos,
a los tramoyistas del hospital trabajando a fondo,
y a mi madre, mi hermano, mi esposa, mi hija,
perdiéndome como todos disfrutaban.
Y os hicisteis uno.
Me quedé en el horror de verte por primera vez, ya con él,
en brazos,
lo otro fue un prólogo,
y ni te toque, para catar tu textura,
ni te observé de cerca, para ver de qué estás hecha,
para, indudablemente, coger la ropa adecuada,
para cuando vuelvas y tenga que hacer la maleta,
o para que en otras visitas ya seamos viejos conocidos,
y tomando un té, podamos hablar
de ese lugar al que me llevaras una vez.

Te recuerdo mal, de pequeñito, en el prólogo,
que viniste a por mi abuela paterna,
que vi como te la llevabas por la boca,
bocanadas de la muerte, dicen,
ni pude preguntar quién eras,
cada vez que vienes la lías,
pero esta vez sí, sabias quién eras,
pero tampoco estaba preparado.

Y quiero estarlo, por lo menos, en la última vez,
así que dame otros cuantos muertos más,
antes de tener que marcharme,
pero, por favor, muertos llevaderos,
de eso que dice la gente, bueno ya tenía su edad,
para que cuando vengas a por mí,
yo ya sepa cómo tratarte y
desde la primera fila
saber de qué fue todo esto.

miércoles, 8 de febrero de 2017

LX

LX

¡Vende!¡Vende!

Te notas suelta,
 y las miradas no sé si te temen
 más que te lamen
 o viceversa.
Ocurrió un día,
 poco más o menos, por el tiempo
 de tus bultos desazonantes,
con los que tú no sabías que hacer
y los otros no podían hacerlo.
Entonces sucedió que te dieron un tique y un sitio para ponerte.
Todas las miradas lo indicaban.
¡Vende! ¡Vende!

No te callabas nunca,
eras ingenioso y
te reían todo.
En realidad era como un machete
abriendo camino entre la muchedumbre.
Alababa tu inteligencia.
Te dijeron, tienes un compromiso.
Has nacido para eso.
Entonces sucedió que te dieron un tique y un sitio para ponerte.
Todas las miradas lo indicaban.
¡Vende! ¡Vende!

Tuvo la culpa tu padre
y tu madre, meliflua,
de que antes de un muñeco
tuvieras un violín.
Hasta la adolescencia no descubriste
que un violín no es un juguete,
es un instrumento serio,
para hacer música.
Cuando tú jugabas todos querían escuchar.
Entonces sucedió que te dieron un tique y un sitio para ponerte.
Todas las miradas lo indicaban.
¡Vende! ¡Vende!

Fuera de tú sitio,
el tique en el bolsillo,
o callado,
o escuchando,
vendido,
humanidad,
y dices
¡Vende! ¡Vende!