jueves, 18 de agosto de 2016

XLVI y XLVII


XLVI

Telescopio

Puse el telescopio
frente a la ventana.
La manera más cómoda
de mirar fuera,
el firmamento.
Por el día, al otro lado,
se extendía la dorada arena
que descansaba frente al mar,
cargada de cuerpos,
desnudos y atractivos,
tendidos y oferentes.
Así, de este modo,
 podía el telescopio contemplar la vida,
viendo a mi hijo adolescente, por el día,
mirar el mar;
a mí, por la noche,
contemplar la luna.


 

XLVII

Partir


                                                                                         ¡Partir, Dios mío partir!
    Tengo miedo de partir……
Posiblemente F.Pessoa o algún conocido suyo.


Me quedé esperando,
mirando cómo se iba el tren.
No la vería más.
Un revisor se acercó a mí.
Miró a su alrededor
y después gritó,
-¡Alguien ha olvidado una maleta!
Iba decirle algo,
como, ¡Que estoy aquí!,
como, ¿Es que no me ve?
Pero desistí,
pues yo mismo no lo creía.


lunes, 1 de agosto de 2016

XLV

XLV


No me digas que no tienes suerte


No me digas que no tienes suerte,
cuando una tarde cualquiera,
la que quieras,
puedes ir y sentarte en las rocas,
dejando que las olas
laman tus pies desnudos,
mientras contemplas como el sol
se oculta en el horizonte.
No me digas que no tienes suerte,
cuando ya anochecido,
te levantas y vuelves a tu hogar,
quedando allí las rocas,
empleadas a tiempo completo,
desgastándose inútilmente,
pues nunca podrán zafarse de lo que son,
salir nadando
y perderse en un viaje inacabable.
Cuando día tras día,
al amanecer,
salen de casa,
cogen el autobús, el metro,
su coche, o van andando,
como ayer, como mañana,
como siempre,
dejándose lamer por la costumbre,
desgastándose,
soportando las tormentas,
siempre ahí.
No me digas que no tienes suerte,
no sabiendo a dónde vas
ni de dónde vienes.
¿Hay algo más esperanzador?