XLII
Breve historia de la poesía
(la
mía, la historia, digo)
Uno
busca la poesía,
siempre.
Se
busca la poesía,
siempre.
Cuando
te desnudas,
no te desnudas
bastante.
Nunca
es bastante de nada.
Cuando
la poesía salió del nido,
fue
fácil verla darse de topetazos,
con los
muros.
Luego
se levantó,
se puso
encima los más diversos ropajes.
¡Qué
bien le queda el soneto a la poesía!
¡Qué
gran sastre Quevedo!
¡Qué
liviano y a la vez refrescante Lope!
Cervantes
la vistió de invierno,
algunos
la arrastraron a excesos.
Cuando
dejó de creer en Dios,
entonces
supo que sólo quedaba el hombre.
Se hizo
humilde la poesía.
Eliot
la llevó al mercado.
Lo
necesitaba.
¡Celan
y Dickinson le exigieron tanto!
¡Es tan
puta la poesía!
Sólo
Rimbaud la trató como se merecía.
Han
llamado tanto a su puerta,
a horas
tan intempestivas,
que al
fin la puerta se vino abajo.
Gil de
Biedma entraba y salía
como
Pedro Salinas por su casa.
Dentro
huele a todos.
Todos,
pues al fin son más
de los
que uno pueda imaginar
que uno
puede contar.
He
buscado por el mundo
al
petulante que decía hacerla de menos,
despreciarla,
diciendo,
”Yo, a
la poesía nunca la echo
de
menos.
Te lo
digo con la mano en el pecho.
La
poesía es para memos”
Ya, ya,
me doy cuenta.
Pero es
que, aún más, un caracol se arrastraba
y sobre
la baldosa oscura cubierta de polvo,
dibujó
en su desplazamiento,
un corazón.
¡Un
caracol! ¡Un corazón!
Por eso
escribo esta noche:
Con el próximo dinero que gane,
entre
otras cosas, me voy a comprar
otra
pluma y otro cuaderno.
No sé
con qué lo llenaré,
pero
sostengo que la cantidad de palabras que escriba
será
equivalente
al
volumen de sentimientos que me atenazan.
Lo dijo
un griego de Siracusa,
de los
de antes.
Los de
ahora,
pasados
los derechos de autor de sus ancestros,
no
cobran por nada.
Sólo
hacen que pagar
y eso
que para la lírica
los
tiempos siempre han sido buenos,
porque
siempre ha habido algo malo en ellos.
Los que
dicen qué es poesía y la estanterizan,
están
viendo sólo la parte visible del iceberg.
Los que
la encuentran blanda y femenina
nunca
han imaginado
una
decapitación poética.
¿Y qué
me dicen de una guillotina poética?
¿Y una guerra
poética?
¿Y ese
nazi poético que
saboreaba
la bruma fresca, poética
de una
mañana en los verdes campos de Auschwitz,
en
primavera,
mientras
arreaba judíos
hacia
las duchas?
Esas
duchas que poéticamente oían
los alaridos
de los desesperados,
que
milagrosamente una mañana fueron armoniosos.
¿Hay
mayor crueldad que
poesía
y armonía se hermanen
en
circunstancias semejantes?
Pues
pasa.
Pasa que
la poesía tiene su historia,
y la
armonía,
y todo
el universo.
Al
margen de nuestro reinado.
Porque
no sé si os habréis percatado
pero
somos unos reyes harto patéticos.
Que yo
sepa, hasta ahora, nadie
ha
venido a rendirnos pleitesía.
Hemos
dado por callada la respuesta,
creemos
que muy astutamente.
Sin
previo convenio.
¿A
quién se lo hemos contado?
¿A
quién que pueda escucharnos?
Y sobre
todo,
¿A
quién que pueda contestarnos?
¿Es
esto poesía?
Se
puede contestar de todo.
Incluido,
¡Y a la
poesía que le importa!
Aquí,
aquí,
es
donde quería llegar.
Tanta historia
para esto.
Habrá
que volver a empezar.
Uno,
busca la poesía,
siempre.