miércoles, 21 de diciembre de 2016

LVIII




 LVIII



Mintió, inocuamente pero mintió


Mintió, inocuamente pero mintió,
puso en las almas alicientes
que se frustraron con la más leve
brisa.
Salieron de las bocas sonrisas
que después no se pudieron justificar.
Se apretaron manos que después se bañaron en alcohol,
para huir del olor.
Entonces llegó el viejo,
con una nueva soledad a cuestas y dijo,
que se quede solo.


Dejaba en la tierra su sangre, decía,
y a todos convencían sus obras.
Una mujer llegó niña a ellas
y se quedó expectante, pasando el tiempo,
hasta ser anciana frente a ellas.
Apenas ya viva se giró y le miró.
Él no pudo soportarlo y lo confesó todo.
Entonces llegó el viejo,
con una nueva soledad a cuestas y dijo,
que se quede solo.

Era tan hermosa
que él no pudo resistirlo.
Lanzó adioses a lágrimas que ignoraba.
Se llevó lo poco suyo y dejo el Sol.
Dejo la luz.
En su tierra fría ella no brillaba.
Vámonos al Sur, mi amor.
Pero ella no escuchaba.
Reía.
Y ahora tenía la risa fría, la risa oscura.
Él la quiso matar.
Entonces llego el viejo,
con una nueva soledad a cuestas y dijo,
que se quede sola.


Supo de su poder cuando un día dijo
-¡Qué ardorosa tarde! y oyó los aplausos.
Por respeto a si mismo elevo el sentido de los discursos
y fue haciendo vida, hasta llegar más allá de sí.
Cuando ya no era él, los otros tampoco eran los otros,
y comenzó a oír sus lamentos.
Pero entonces, ya demasiado tarde, él seguía fuera de sí
y los alimentos eran como los murmullos de las hojas de los árboles mecidos por el viento, apenas molestaban.
Entonces llego el viejo,
con una nueva soledad a cuestas, y dijo,
ya estamos solos tú y yo.

viernes, 9 de diciembre de 2016

LVII

LVII

¿Qué pinta aquí Hopper?

 

Alguien acaba de partir,
alguna noticia parte nuestro corazón.
No somos fuertes,
nada sin la barra de los bares,
guiñapos derrumbados en tumbonas,
apenas soplos de vida acodados
en somieres aún apretados
que roban las esencias de nuestra existencia.
Los puentes, los faros, la casona,
las calles, las rocas, la mies.
No estamos allí,
nos hemos ido a los bares, las estaciones,
alguien, solitario en una habitación,
ha de venir.
Y por eso,
está todo el mundo esperando.
Esta situación es insostenible,
hablando del trabajo,
hablando del tiempo,
cargados de otras opiniones,
dicen, confesiones,
pero sólo te puedo decir
-Anoche soñé que era un maniquí
y no puedo hablarte
de los pasos secos de los sueños.
Si llueves, si lloro, agua,
si te lamentas mis pasos siempre son secos, agua.
¿Es que hay algo que te interese?
¿O vas a salir corriendo
por todo ese mundo vacio
en el que no estamos?
¿Te lanzarás por fin de cabeza contra la ausencia?
 Está el hombre esperando, y vio que estaba solo,
y entonces la mujer también esperó.
La mujer esperó al hombre.
El hombre sólo esperaba.

Si la mujer
espera
al hombre y el hombre no sabe lo que
espera,
la mujer no sabe lo que
espera.


Son las estúpidas que siempre piensan
que volverán cuando andan por los bares
o se quedan en las oficinas,
haciendo algo rutinario,
para no acudir a la cita, como un saltador al borde
del vacío.
Leen, toman café, hablan entre sí,
mientras tu dictas y tienes en mente una casa gris,
una amante resignada,
un perro atento y la hierba agostada.
A home.
Ella se quiere ir
pero tú sólo quieres dictar.
Tu coartada.
Al principio tenía gracia
era como un trabajo con su recompensa,
después te quedabas relajado,
relajado y triste, como si te hubieran despojado.
Puedo ser que ahora lleguemos más rápidamente
a cualquier lugar,
que sea más cómodo nuestro vivir,
pero siempre estamos soslayando lo importante.
Si llueve deja que llueva, no lo menciones, no llores,
sólo di cómo te sientes.
Si eres feliz, si la soledad te molesta,
si vas a venir a follar,
si sabes lo que quiero de ti, lo que sea,
lo que sea, di sólo como te sientes,
pero no digas nada de la lluvia, ni de mis lágrimas.
 Sobre todo si está lloviendo,
que parece que alguien por fin se acuerda de ti.

jueves, 10 de noviembre de 2016

LVI




LVI




La miopía del adolescente


A Robert Loweell

Tiene tres dioptrías y media.
Y le encasquetaron un artilugio,
cabalgando su nariz.
Debe llevarlo siempre.
Pedí unas gafas,
como todo el mundo.
Será lo mismo, oyó.
Compungido los siguientes días
intento gobernar aquello.
Lo primero. La voz de su padre,
en otro rostro.
Después, uno a uno,
todos los “sus” fueron convirtiéndose en “los”, “las”.
Lo que más le dolió:
Verla a ella.
¿Quién era ahora?
Era una “la”. ¿Cómo abrazarla?
 Besarla.
Mirarla.
Sólo si se volvía de espaldas
era su “su”.
Aprovecho una mañana,
asomado a la ventana.
El artilugio resbalando por su húmeda nariz.
El pequeño estruendo, allí abajo.
Y otra vez su mundo presente.
Poder dibujar de nuevo
en la neblina
los contornos de su gente.
Su padre, su madre,
su hermano,
sus amigos,
sin precisión, sin claridad.
Y poder en la tarde
 volver a ver su rostro,
a su amada,
inconcreta, imprecisa,
no tener que darle la espalda
para tener su presencia.
La precisión de la realidad,
la condena de la pereza.
En los próximos días
afianzó su decisión.
Lo explicó:
Necesito el humo en la ceguera
para dibujaros.
Para teneros.
Pero no ves bien, dijeron.
No veras nunca la realidad, insistieron.
Estaban hablando, a la vez,
ahora sí,
mi padre, mi madre, mi hermano,
mis amigos,
mi amada,
 en mi mundo.
impreciso, inconcreto,
pleno de posibilidades.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

LV



 

LV

 

Intrascendencia


Estoy desvelado.
Me levanto a leer.
Lowell.
Y escribo:
Piénsalo.
Si fueses eterno.
¿Qué sentido tendría preocuparte por el cuadro que acabas de colgar?
¿Está torcido o no?
.....................................
el de brindar a futuros espectadores
la oportunidad
de asistir a situaciones
de relevancia (fragmento)
desde dentro
…………………………
Piénsalo.
Si fueses eterno,
¿Cuánto no tendría sentido?
Si hay algo, eso es.