jueves, 27 de agosto de 2015

VII


VII


Sobre puentes rotos, aún el fin 


                                                                                                                  A Paul Celan*



                                                                            Puentes,
Balcones de la intemperie.
Aguas,
Abrazos ventajistas.
El corazón tierno los desdibuja.
Hay una entrada en algún sitio
Que da paso
A la masa infestada.
Inolvidable el runrún
De su veneno,
Implacable hasta el fin.
En el seno del Sena
No quedó si no una derrota.
Volé más alto que nadie
Para no oler
A muerto, a muerto.
Llevaba el olor conmigo.
Por eso, al fin,
El agua.




*Paul Celan, poeta rumano, se estaba abriendo a la vida cuando el huracán del nazismo pasó por encima de él y lo dejó con el alma tiritando para siempre. Se llevó a sus padres y la esperanza para siempre. Nunca se recuperó. Por eso el 20 de Abril de 1970 se arrojó desde un puente sobre el rio Sena en París. La muerte llevaba veinte y cinco años esperándole.

martes, 25 de agosto de 2015

VI


VI

Pobre, no negro.

Es un negro el que toca un saxo,
es un negro quien corre los cien metros lisos,
es un negro quien ha liberado un país.
Me acerco y le digo: No seas negro.
Me contesta indignado: No soy negro, soy pobre.

sábado, 22 de agosto de 2015

V


V


Muelas del Pan, Zamora


Muelas del Pan, lo veo.
Es ahí, en esas diecinueve calles desvencijadas,
en ese paisaje a punto de volcarse
sobre el embalse, lo veo.
Es ahí donde las peñas redondas
son recuerdos de un cataclismo primigenio
que se llevó la tierra rica,
y dejó pa patatas y garbanzos, lo veo.
Dónde unos pocos viejos,
unos resignados jóvenes y
unos niños por ahora condenados,
los veo, no saben que viven donde todo empezó.
Yo no estaba,
Y un día abrí los ojos,
Y ya estaba, ahí,
en Muelas del Pan, dónde todo empezó.
el único lugar del mundo,
desde el que yo puedo pasar
a la cuarta dimensión.
Ni Nueva York, ni Paris, ni Londres, ni Madrid,
Muelas del Pan, lo veo.

lunes, 17 de agosto de 2015

IV

IV

Emigrante


He venido al pueblo por fin
y he tenido suerte.
He comprado una casa normal
y un coche común.
Pero se me nota en la cara.
Por las suyas, reconozco a los amigos.
No me engañé, en el camino
han quedado tres.
Estoy viejo, estoy triste, estoy solo,
pero me ha ido bien.
Cada calle del pueblo
debería tener un recuerdo mío,
una tarde de juegos,
una mirada de ella,
algunas travesuras diabólicas.
Mas las calles están mudas,
las casas son ajenas
y los vecinos lo saben.
He tenido suerte
y me preguntan por qué.
Yo nada les digo.
Pero pienso,
dejadme al menos, ya que me fui, que me haya ido bien.
Al fin he vuelto al pueblo.

viernes, 14 de agosto de 2015

III


III

La leyenda de los hombres



¿Dónde están ahora?
Eran exigentes, imprevisibles, bárbaros.
Empezaron condoliéndose por su destino,
inventando mil y una historias.
En todas, de una u otra manera,
ellos eran algo especial.
Fueron ocupándolo todo,
apareciendo en los lugares más recónditos,
quitando de aquí, poniendo allí.
A veces tenían fiestas y
a veces celebraban guerras.
Se volvían locos y todo lo destruían.
En ningún lugar presentaban sus respetos.
Todos huíamos,
¿lo recordáis?
Sólo, ahora, el perro está triste.
El cerdo, el gato, la gallina y el conejo
no saben qué hacer. La vaca, pasta.
La oveja no se pregunta quién, a partir de ahora,
la librará de la lana y los corderos.
Y algunos pajarillos vuelven una y otra vez
a las mismas ventanas.
Pero sólo el perro está triste.
Esta primavera no se ha oído los golpes de siempre
y todo crece libre y verde, como antes.
Los restos de los bosques
inundan las playas, se quedan,
se pudren y volverán a ser bosque
en forma de agua y polvo.
Incluso se ve al planeta girar más ligero.
¿Habrá más primaveras como ésta?
¿Volverán?
¿Dónde están ahora?
Sólo los perros están tristes.

martes, 11 de agosto de 2015

II



II

He conocido a un hombre
que me ha contado:
“Cada noche lo olvido
todo y a la mañana
siguiente
consigo
verlo
todo como si fuera la primera vez”.
Soy feliz, concluyó.
Y lo creí. Por sus ojos.
Le dije, yo quiero eso.
Me miró.
Es doloroso, muy doloroso.
Le dije, entonces, si es doloroso, ¿cómo
puede ser feliz?
Y pasó que acabada de hacer la pregunta,
entendí.

domingo, 9 de agosto de 2015

I



I
Un colchón en la calle
Somebody flings a Mattress out
Emily Dickinson
Tirar el agua de un jarrón,
dejando el ramo de flores,
 arrojado,
ser pasto de la descomposición,
en la calle de entonces,
lugar de todos.
Un vaso que se estrella
y antes de morir,
o precisamente, muriendo,
estallar en cientos de diamantes,
rutilantes en su ocaso.
Unas lentejas que apestan la casa,
unas imprecaciones ante un suceso,
unas lágrimas
y una queja latente
y detrás, un consuelo.
Un cierto despego y abandono,
anuncio de posteriores desafecciones,
y una lluvia persistente y tenaz,
al acabar la tarde.
Y sobre todo una lagartija
que corrió a refugiarse en nuestro porche,
quieta,
en una esquina,
mientras entraban los del pueblo
serios y diferentes de cómo eran.
Todo eso está impregnado de muerte.
Grabado en el día que falleció mi padre del año tal.
Ni jarrones, desde entonces,
vasos de plástico para siempre,
el odioso olor de lo que se quema,
y el deseo de que nadie se quede conmigo
mucho tiempo.
Sin embargo desde entonces la lluvia me abraza
y entiendo muy bien a las lagartijas.
Todo tan extraño.